martes, 13 de noviembre de 2007

La teoría de los azulejos de las piscinas...

Una, dos, tres... veintiuna, veintidós... noventa y cinco... trescientas cuarenta y cuatro... En total más de quinientas razones para callar, para huir, para aguantar, para soportar la presión de esperar. Solo una razón para explotar, para jugar con fuego, para arriesgar. La búsqueda de la felicidad. Más de quinientas razones por las cuales no tiene sentido abrirse la cabeza contra los preciosos azulejitos azules de la piscina. Solo una que invita a pensar que el posterior dolor de cabeza merece la pena. Esto es un clásico. ¿Debería? ¿No debería? La respuesta correcta no existe. Así pues solo queda la posibilidad de elegir de manera irracional. Y por supuesto asumir las consecuencias de la elección. Eso es quizá lo más difícil. Si la cosa sale más o menos bien, sea lo que sea lo que hayas elegido, es sencillo, pero ostias, como salga mal... no vale y si hubiera... solo vale, mierda, hay que aguantar el chaparrón. Aunque esto último suele pasar cuando le pegas bien fuerte con la cabeza al fondo limpio y seco del fondo de la piscina en cuestión. Aunque si eliges no saltar, es posible que no te duela la cabeza pero pierdas algo que quieres. En fin dudas, dudas y más dudas...



Esto es algo que planteaba una amiga hace unos días. Hoy para mi comienza a tener sentido, dudas, dudas y más dudas. Y más cuando uno no es experto en los menesteres que sin lugar a duda se irán produciendo. Es posible que sea una estupidez en muchos sentidos, pero cuando la balanza está quinientos y pico frente a uno... hay mucho que jugar y hay que estar muy colgado para jugar a romper azulejos a cabezazos... pero no creo que estén mucho más duros que las sandías, y en eso, en eso sí que soy experto... y colgado ando un rato.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenooooooo...

Anónimo dijo...

Si he sido yo la que te ha hecho plantearte esas dudas, me alegro, porque decidas lo que decidas, al menos te habrás planteado otras opciones. Igual las posibilidades son más amplias de las que te estabas planteando: no se trata de si o no, de callar o hablar, sino de rendirse o luchar, de trabajárselo poquito a poco, como tú sabes hacer.
Ni que decir, que cuentes conmigo para romper azulejos, a cabezazos o a patadas.
Araian

Aprendiz dijo...

Si, tú fuiste una de las personas que me empujó por la espalda para subirme al trampolín. Pero el problema es que ya tengo la frente con cicatrices como Harry Potter pero a lo bestia. Y si no hay donde luchar, no hay donde luchar. Pero ya se verá, que la vida es muy dura.

Anónimo dijo...

Eres un poquito exagerado, no te parece? Además, a tí nunca te han dicho que las cicatrices son chechis??? Si necesitas un café y una charla, analizar la situación o simplemente alguien con quien compartir, tengo el sábado entero libre, a tu disposición. Te kiero grandullón
Araianlopa

Anónimo dijo...

Una preguntita de esas de incoherencias que tanto nos gustan: ¿Si no crees en la felicidad, si no existe, para qué la buscas?
Si estuve liandome a ostias con una sandía contigo, no va a haber miedo a un puto azulejo...
Quien no arriesga no gana.

Aprendiz dijo...

Manu, hijo mío, que la que no quiere ser feliz es ella. Y claro, pues así complicado. Pero miedo no hay, solo hay que mentalizarse para la ostia. Y luego a disfrutar de la caída, que por otra parte, es lo bonito. Por cierto, que rica estaba la sandía aquella que tenemos a medias...

Anónimo dijo...

Excusarte en que es ella la que no quiere ser feliz me parece una salida fácil y un poco cobarde. ¿O qué?

Aprendiz dijo...

Me cago en la leche, iros todos al guano, jaja. Que ya se lo voy a decir leches, jaja.