miércoles, 3 de octubre de 2007

Tan sólo...

Tan sólo era una sensación extraña cuando comenzó. Tan sólo era eso. Me volvía huraño de vez en cuando, solitario. Me sentía como si nadie en este mundo pudiera escuchar mis tonterías. Porque mis tonterías siempre fueron tan sólo eso. Tan sólo fue una sensación extraña el día en que me di cuenta de que me estaba muriendo. Me moría poco a poco, irremisiblemente. Tan sólo fue eso. Tan sólo eso lo que me decidió a intentar vivir los pocos instantes que me quedaban. Me di cuenta de que existir es demasiado efímero como para ser importante. Tan sólo fue eso, un instante. Tan sólo lo que tarde una persona en decidir si quiere café o te. Tan sólo un instante cambió mi vida. Cargue en mi mochila de aire y en mi zurrón de mentira todo lo que necesitaba. Paciencia, generosidad, paso firme y una pizca de cariño. Lo até todo muy bien. A partir de ese momento, que fue eso tan sólo un momento, comencé a vivir mi muerte. Viví feliz, viviendo esos últimos 63 años de mi vida, hasta que aquella maldita enfermedad acabo con mi vida. Tan sólo fue una sensación rara, tan sólo un instante en el que contraje la enfermedad del tiempo.