jueves, 5 de junio de 2008

Total a estas horas...

Sí, no cabe duda. Esto es una gilipollez. Son las putas dos y media de la mañana. Evidentemente hoy no va a ser una noche con mucho sueño. Decía que es una gilipollez. Y lo es por la hora, y porque acabo de ver el último capítulo de esta temporada de House. Y diez segundos después de terminar de verlo, he pensado que hay cosas que no puedo dejar por hacer. No pregunten porque. Quien me conoce sabe que mi cerebro no funciona de la misma manera que el resto, que a veces hago asociaciones mentales que nadie hace, y que me llevan a decir cosas estúpidas. Siempre un paso adelante o un paso atrás. El caso es que he asociado ese capítulo a que hay algo que tengo pendiente en mi cabeza y que si lo dejo pasar se me olvidará y dejará de estar ahí.

Ya he dicho en este mi diario de bipolar, que tenía algunas cosas que decir pero que no tenían forma. Pues ha llegado el momento de decirlas, aunque siguen sin tener forma. Así pues comencemos con la primera de las historias, aunque estén relacionadas y las vaya a relacionar. Comenzaremos por la primera porque cronológicamente es la primera y además es mucho más sencilla de llevar a cabo. Solo tengo que saber explicar el por qué, el cuándo (esta es fácil), el cómo y algunas cosas más, todo esto sin levantar ni una solo suspicacia, ni un sentimiento controvertido. Vamos, sencillo. Por cierto, ya he dicho que son las dos y media de la mañana, que no tengo ningún interés en dormir y que esto seguramente vaya para largo. Les prevengo desde ya. Dejen de leer. Esto va a ser insufrible y desordenado. Si en cualquier caso siguen adelante, solo puedo decir, se jodan, ya se los avisé.

Hace unos meses, si ya hace unos meses, el grupo de referencia en el que participo decidió que pasar la Pascua haciendo el Camino de Santiago sería una grata experiencia de reflexión. Hasta ahí bien. Para lo cual, cada uno de nosotros debí preparar una oración para uno de los días del camino. Me tocó trabajar el tema del materialismo. Fácil, como siempre, para que forzar. Es lo que tenemos los cobardes. Por cierto, no he comentado que ahora mismo en el grupo estamos haciendo un PPVC. Ya les hablé en su momento sobre esto. Y es posible que me esté volviendo a quedar loco con este tema. Perdón, me fui. A lo que iba. Preparar una oración. Me senté en el mismo lugar en el que estoy ahora y me puse a escribir una pequeña y sencilla dinámica de reflexión. Muy simple. Y para acabar, escribí una oración. Mi primera oración. Es algo que llevaba toda mi vida intentando hacer y que nunca me atreví a llevar a cabo. Por fin lo había hecho. Una oración. Siempre que leía alguna me quedaba asombrado. Siempre me decía, me gustaría escribir algo tan increíble, algo tan pleno. No fue ni increíble ni pleno, pero fue mi primera vez. Pero aquella oración nunca llegó a leerse en el Camino.

Nos fuimos de camino y aquella experiencia que amenazaba con cambiar mi vida, recordemos que había habido una primera vez de algo, comenzó a hacerlo del todo. Un persona especial. Aquí empiezan las suspicacias y sentimientos comprometidos. Una persona especial y mucho. Aquello amenazaba de verdad con sacarme de ese annus horribilus que venía sufriendo. Tras una larga y tediosa historia que omitiré, el dolor debajo de los pulmones crecía por momentos. Me puse una buena dosis de maquillaje, sonrisas bonitas y variadas y me fui a la calle. Poco a poco se me iban pasando los moratones y no hacía tanta falta el maquillaje, pero las sonrisas de metal seguían siendo todas necesarias. Nótese que hablo en pasado, y es que ya no hacen falta. El otro día en una de las reuniones del grupo pasó algo que suele pasar. No hay oración para empezar. Y yo sentía la imperiosa necesidad de ser juzgado. Ser juzgado porque aquella era mi primera oración. Pasó que aquella oración se leyó. La leyó Naiara (te debo un blog), mientras aquella persona estaba frente a mí y me hacía sentir juzgado como yo quería y la verdad es que es una oración bastante pobre. Pero además, ocurrió en mi mente algo muy absurdo, curioso y que nunca admitiré que puede pasar en una mente. Cerré un ciclo. El Camino de Santiago se acabó. Tenía algo pendiente y lo acabé. Y en ese momento se acabaron los tormentos por mirar a aquella persona, por saberla y por todo lo que aquello conllevaba. Dejó de ser esa persona para convertirse solo en la persona que debía de ser. Se acabó ese ciclo. Se acabó esa historia. Me siento bien.

Evidentemente les dejo aquí la oración en cuestión, nos ha jodido, que es mi primera vez:

Ayúdame Señor a liberarme
de los cantos de sirena que me arrastran,
y deja que solo siga tu Voz.
Ayúdame Señor a no mirar
las luces de neón que me provocan,
y deja que me ilumine solo tu Luz.
Ayúdame Señor a no caer
en las noticias, en los periódicos malintencionados,
y deja que solo escuche tu Palabra.
Ayúdame Señor a no caer en las tentaciones,
y deja que solo la promesa de tu Reino
me libere.

Hasta aquí la parte uno. Ahora comienza la parte dos. Si has llegado hasta aquí, no te puedes echar atrás. He dicho que esta es la parte difícil. ¿Por qué? Porque aquí solo tengo una leve idea de lo que quiero decir y de ello tiene que salir una historia coherente y que además, transmita a una serie de personas el mensaje que les quiero lanzar. Además necesito una foto y que son las tres, pero eso, después. En fin, parte dos:

Conocí a una niña que quería poseerlo todo. Y cuando digo todo quiero decir todo. Quería tener en su mano todo aquello que consideraba hermoso, todo aquello que alguien consideraba hermoso y todo aquello que nadie consideraba hermoso. Quería recogerlo y controlarlo todo y se frustraba cada vez que no podía guardar en su bolso de colores el calor del sol, o la luz de la luna, el color verde intenso de la hierba mojada, la hermosura de una única estrella en el firmamento o el reflejo de millones de ellas en el lago. Toda esa ausencia la hacía infeliz. No era capaz de entender porque no podía poseerlo. Un día mientras intentaba guardar juntos unos copos de nieve y el calor del sol se dio cuenta de que esa impresionante luz derretía la blanca belleza que guardaba en su mano. No había nadie a quien gritarle y echarle la culpa de que el sol derritiera la nieve. Solo un niño mucho más pequeño y a su entender mucho más estúpido correteaba cerca. Así que siguió intentando guardar la nieve de aquella ladera con el calor del sol de los primeros días de primavera. Cuando el niño la vio patalear y gruñir de rabia se acercó y le dijo:

- ¿Qué haces? ¿Por qué estás tan enfadada?

- ¿Acaso no lo ves? -replicó enfadada- Intento recoger nieve para guardarla con el Sol.

- Y... ¿por qué quieres hacer eso? No tiene sentido.

- Si que lo tiene. Lo que pasa es que tú no quieres ser feliz. Ser feliz es muy difícil, para serlo hay que tener muchas cosas que te gusten -explicó-, aunque tú no lo entenderás, solo eres un enano...

- Eso no es verdad -bramó el pequeño mientras sus mejillas se enrojecían por la ira-, para ser feliz... para ser feliz... ¡PARA SER FELIZ SOLO NECESITAS QUERER SER FELIZ CON LO QUE TIENES! -gritó mientras daba una patada en la espinilla a la niña y echaba a correr...

En fin, son las 3 y cuarto, me voy a buscar la foto, se la dejo y yo me voy a dormir o a intentarlo. Lo siento si usted está leyendo esto. Invierta en investigación para evitar trastornos como el mío y no tendrá que soportarlo.



Foto: Gustavo Vaca

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si contaras el cuento sería mil veces mejor,..pero es genial, creo que alguien tiene moratón en la pierna de la patada..

Regálanos el de ayer, no?

Un beso y gracias entre otras mil cosas por seguir emocionandome