viernes, 4 de abril de 2008

El dividido sujeto...

Hoy no traigo nada y sin embargo lo traigo todo, con todo lo que no digo. Solo vengo a dejar caer de mis bolsillos algunas cosas que tenía guardadas. En mi bolsillo izquierdo, donde llevo siempre las llaves tengo una canción. Una llave que de dice que queda una opción para ser. Porque quiero ser.



Toma la luna un matiz
cuando te busco a oscuras
una serpiente pregunta que dónde guardo mis dudas
una gaviota me trae dulces de hojaldre azul
y cada mano o sustancia que toco eres tú.

Luciérnagas indecentes alumbran la playa,
quizá sean pateras o angelitos de la guarda.
Menuda marea que tengo en la espalda,
menuda cabeza, ¿quién me la guarda?

Menos mal que tengo la luna prisionera
dentro de mi corazón
por si alguna vez me falta o no tengo fuego
poder encenderme con su voz.

Quién eres tú por soñar, espejo de tu niñez,
quién anuda tus deseos, que dice tu piel.
Cuánto fumas por callar, hórreos de imaginación,
cuánto succionas del mundo para poder ser yo.

Las ventanas de tu cara son frutas prohibidas,
quizás el pecado es seguir aún con vida.
Menuda insistencia que tengo en la espalda,
menuda cabeza, ¿quién me la guarda?

Menos mal que tengo la luna prisionera
dentro de mi corazón
por si alguna vez me falta o no tengo fuego
poder encenderme con su voz.

Seré, quien tira la piedra, enseña la mano,
quien roba canciones para ti.

Seré, quien siempre vive en su bosque lejano,
quien busca el mar aquí en Madrid.

Seré quien te de un beso en la almohada
y luego se vaya a otro jardín.

Seré el dividido sujeto que dijo el maestro
que hay que ser para vivir.


En mi bolsillo de atrás, donde guardo palabras, ideas y algunas mentiras hay otra canción. Una idea, una utopía. Imaginen pistolas que disparen flores. Últimamente ando un poco desesperado con la posibilidad de un mundo mejor, porque yo he conocido estos días un mundo mejor... solo por eso...



No se si es cierto lo que he visto
O es el efecto de una droga
Que bien no todo es tan distinto
Parece que el mundo que funciona

La gente ya no siente miedo
Las sombras tienen mil colores
El viento barre los problemas
Y en las guitarras crecen flores

Y es que es tan alucinante
Que hace días que no duermo
Por si acaso al despertarme
Veo que todo a sido un sueño

Porque nacemos indefensos
Nos dan un nudo en el ombligo
Luego nos quitan nuestros sueños
Y nos confunden el camino

Maldigo a todos esos locos
Que quieren gobernar la vida
Sin las palabras del poeta
Y sin las manos del artista

Y es que es tan alucinante
Que hace días que no duermo
Por si acaso al despertarme
Veo que todo ha sido un sueño


En mi bolso, el libro de odas que me regaló Sara hace muchos años. Abro una página. Oda al átomo. Destrucción en vez de placer. Locura en vez de ternura y calor. Maldita sea. Si fuéramos buenos por naturaleza... si fuéramos Naturaleza...

Pequeñísima
estrella,
parecías
para siempre
enterrada
en el metal: oculto,
tu diabólico
fuego.
Un día
golpearon
en la puerta
minúscula:
era el hombre.
Con una
descarga
te desencadenaron,
viste el mundo,
saliste
por el día,
recorriste
ciudades,
tu gran fulgor llegaba
a iluminar las vidas,
eras
una fruta terrible,
de eléctrica hermosura,
venías
a apresurar las llamas
del estío,
y entonces
llegó
armado
con anteojos de tigre
y armadura,
con camisa cuadrada,
sulfúricos bigotes,
cola de puerco espín,
llegó el guerrero
y te sedujo:
duerme,
te dijo,
enróllate,
átomo, te pareces
a un dios griego,
a una primaveral
modista de París,
acuéstate
en mi uña,
entra en esta cajita,
y entonces
el guerrero
te guardó en su chaleco
como si fueras sólo
píldora
norteamericana,
y viajó por el mundo
dejándote caer
en Hiroshima.

Despertamos.

La aurora
se había consumido.
Todos los pájaros
cayeron calcinados.
Un olor
de ataúd,
gas de las tumbas,
tronó por los espacios.
Subió horrenda
la forma del castigo
sobrehumano,
hongo sangriento, cúpula,
humareda,
espada
del infierno.
Subió quemante el aire
y se esparció la muerte
en ondas paralelas,
alcanzando
a la madre dormida
con su niño,
al pescador del río
y a los peces,
a la panadería
y a los panes,
al ingeniero
y a sus edificios,
todo
fue polvo
que mordía,
aire
asesino.

La ciudad
desmoronó sus últimos alvéolos,
cayó, cayó de pronto,
derribada,
podrida,
los hombres
fueron súbitos leprosos,
tomaban
la mano de sus hijos
y la pequeña mano
se quedaba en sus manos.
Así, de tu refugio
del secreto
manto de piedra
en que el fuego dormía
te sacaron,
chispa enceguecedora,
luz rabiosa,
a destruir vidas,
a perseguir lejanas existencias,
bajo el mar,
en el aire,
en las arenas,
en el último
recodo de los puertos,
a borrar
las semillas,
a asesinar los gérmenes,
a impedir la corola,
te destinaron, átomo,
a dejar arrasadas
las naciones,
a convertir el amor en negra póstula,
a quemar amontonados corazones
y aniquilar la sangre.

Oh chispa loca,
vuelve
a tu mortaja,
entiérrate
en tus manos minerales,
vuelve a ser piedra ciega,
desoye a los bandidos,
colabora
tú, con la vida, con la agricultura,
suplanta los motores,
eleva la energía,
fecunda los planetas.
Ya no tienes
secreto,
camina
entre los hombres
sin máscara
terrible,
apresurando el paso
y extendiendo
los pasos de los frutos,
separando
montañas,
enderezando ríos,
fecundando,
átomo,
desbordada
copa
cósmica,
vuelve
a la paz del racimo,
a la velocidad de la alegría,
vuelve al recinto
de la naturaleza,
ponte a nuestro servicio,
y en vez de las cenizas
mortales
de tu máscara,
en vez de los infiernos desatados
de tu cólera,
en vez de la amenaza
de tu terrible claridad, entréganos
tu sobrecogedora
rebeldía
para los cereales,
tu magnetismo desencadenado
para fundar la paz entre los hombres,
y así no será infierno
tu luz deslumbradora,
sino felicidad,
matutina esperanza,
contribución terrestre.

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