martes, 15 de abril de 2008

Reliquias III (Maitane)...

Esta es la última de las partes, y evidentemente va dedicada a ella. Si a la Rojilla que me lleva de concierto (gracias) para que no me quede en mi casa llorando, que me obliga a sonreír, y que siempre se ha portado genial conmigo, eres un cielo, perrilla.
Es una serie inacabada de historietas-conversaciones, que algún día de estos continuaré. En cualquier caso muchas gracias, artista. Un beso, ya te dije muchas veces lo que pienso de ti y lo mal que me caes...

29 mayo
Maitane. Conversaciones I.

Recuerdo aquella sonrisa una vez más. Recuerdo como miraba todo lo que ocurría a su alrededor. Aquella inquietud ante cualquier cosa a su alcance. Recuerdo sus pies menudos y descalzos, aquella forma de andar, lenta, pausada, tan rítmica. Son tantos recuerdos los de aquella vida pasada. Mil más de los que puedo recordar en este momento. Uno de los mas cercanos en mi mente, por su intensidad fue aquel beso, con labios infantiles pero tan perfectos que quemaban la piel, diseñados por un mano divina para besar.

Todo empezó con un por qué, como casi todas las conversaciones que teníamos. Me hacia sentir a veces tan mayor y a veces tan niño… ¿Por qué le caen gotas de los ojos a la gente? Me desconcertó aquella pregunta. El día era cálido, aunque el cielo estaba nublado. Me sorprendió porque realmente nunca la había visto llorar. Era cierto, jamás la había visto derramar una sola lágrima. Por extraño que pareciera nunca había llorado delante de mí. Había estado a su lado mientras desaparecía de su lado casi todo lo que quería, y estúpido de mí nunca había echado en falta sus lágrimas. Porque cuando estas triste se te derrite el alma. Se llama llorar. Me miró extrañada. ¿Y a mí por qué no se me derrite el alma cuando estoy triste? ¿No tengo alma? Claro que si preciosa, claro que si. Pero hay gente especial que tiene el alma muy fuerte y que por eso no llora. Seguro que tú eres una de esas personas. ¿Soy especial? ¿Crees que soy especial? Claro que eres especial. Solo tienes que mirarte en un espejo. Fíjate, tienes mas pecas que nadie. Eso te hace especial.

Se quedó callada, pensando. Yo sabía que estaba masticando otra pregunta. Yo caminaba despacio a su lado, agarrando su mano menuda, pensando en cual podría ser su siguiente pregunta. Intuía por experiencia que era inútil. Siempre me preguntaba cosas inesperadas. La compre unos caramelos en una de esas confiterías que tienen los dulces en unas bolas de cristal. Al segundo caramelo se quedó quieta. Me miró. Tú no tienes pecas y eres especial, ¿por qué eres especial? De nuevo sin saber que contestar. Tú me haces especial. Aquello la hizo sonreír, respiro profundamente, miró al frente con decisión y comenzó a andar tirando de mí. Vamos, que se hace tarde y tienes que tomar tu medicina. En efecto se hacia tarde. Pero se equivocaba en mi tratamiento. Cada paseo con ella hacia más por mi lastimoso corazón que aquellas estúpidas pastillas.



Entramos en el frescor del portal. Aquella sensación pareció reavivar su curiosidad. Si tú sabes tanto, ¿no será qué me haces especial tú a mí? No creo, yo lloro muchas veces. Entonces, ¿llorar es malo? No es malo. Pero si lloras mucho quizá algún día se te gaste el alma. No voy a llorar nunca. Nunca voy a estar triste, ¿por qué tú no te vas a ir nunca, verdad? No, no me iré nunca. Me hizo un gesto con el dedo para que me acercara. Cuando me agaché a su altura me miró a los ojos. Aquellos ojos marrones ardían. Se acercó y me quemó la mejilla con aquellos labios suaves. De nuevo miró al frente. Y subió las escaleras. Tardé unos segundos en reaccionar. Volvió a mencionar que debía tomar mi medicina. La miré dar un paso y otro detrás. Arrastrar su muñeca de trapo por las escaleras.

Hoy sigo tomando aquellas pastillas para mi cada vez más envejecido corazón.



01 junio
Maitane. Conversaciones II


Siempre le gustó la playa. Siempre quiso saber hasta donde llegaba el mar. No entendía la simplicidad del mar. Aquella inmensidad era su definición de infinito. La arena solo era un paso más para alcanzar la eternidad que le otorgaba aquel horizonte. Miraba a lo lejos con los ojos entrecerrados cada atardecer. En aquella colina las vistas eran tan naturales, tan evidentes, que daban a sus sueños la posibilidad de existir.



Ella había asumido su verdad como verdad, y por ello nunca preguntó acerca de la inmensidad. Si que lo hizo sobre el dolor que se reflejaba en mi cara cada tarde de verano en la colina. ¿No te gusta el mar? Claro que me gusta, mi estrella, es muy bonito. No, no te gusta, nunca lo miras, y cuando lo haces, veo en tus ojos que te duele algo. ¿Te hace daño en el corazón el mar? ¿Necesitas tus medicinas? No, mi estrella. Solo es que me recuerda lo lejos que están algunas cosas. Claro, hay cosas que están lejos. Pero los barcos llegan muy lejos, ¿verdad? Si, llegan muy lejos. Reprimí una lágrima ansiosa por nacer y tomar vida propia. Se me hacia difícil explicar a una niña mis añoranzas y mis tristezas, por mucho que fuera ella.



¿Por qué echamos de menos a las personas? Aquella pregunta me golpeó fuerte en el pecho. En absoluto la esperaba. Es porque cuando alguien nos quiere nos hace felices. Por eso cuando ya no está somos algo menos felices. Y a ti te gusta ser feliz, ¿a que si? Claro. La cara se le iluminó al responder. Aquella niña nadie para ser desdichada era terriblemente feliz. Más de lo que yo nunca podría soñar. ¿Entonces tú no eres feliz? ¿Por eso no puedes mirar al mar? Claro que soy feliz, tú me haces feliz. La miré con mi mejor sonrisa. Esa que ensayas frente al espejo. La había aprendido hace muchos años, y también hacia muchos años que no la usaba. Hacia una eternidad que no necesitaba usarla. Desde la ultima vez que tuve que convencer a alguien de lo feliz que era. Al igual que ahora, fue inútil.



Me agarró la mano. Fuerte. Cálida. Afectuosa. El aire olía a sal, y su mirada a comprensión. Conocía la razón de mi infelicidad. La asumía. Me decía, tranquilo, yo cuidare de ti. Continuaba en silencio queriendo decir algo. Por fin habló. Debemos volver, se hacer tarde. Si, volvamos, nos esperan el chocolate y los bizcochos. ¡¡Bien!!. Que rico, que suerte tengo de tenerte, que bueno eres conmigo. Aquella niña menuda, rubia de mirada intensa tiraba a dar en el corazón. Curaba cualquier herida que el tiempo hiciera en mi destrozado órgano vital. Y lo sabía. Sabía que decir en cada momento. Y sobre todo que hacer.



Colgada de mi mano llego hasta la puerta del portal. Estiró la suya, para que le diera la pesada llave. Siempre le gustó abrir esa puerta. Decía que abría un mundo distinto y le encantaba ser ella quien lo hiciera. Lo que no sabía es que creaba un mundo maravilloso con cada palabra. Justo dentro del gastado corazón de un pobre viejo.



03 junio
Maitane. Conversaciones III
Decían las nubes aquella tarde que querían llover. Todos los edificios, las carreteras, los coches y las personas eran grises. Aquella luz mataba la vida, y calmaba los golpes y angustias que se repartían por igual dentro de mi corazón. Me gustaría mucho tomar un chocolate. Podemos ir a la confitería de Juana. Si por favor, quiero ir allí. Nos respetó la suerte, buena o mala, pues solo dos gotas mojaron su cara de niña antes de cruzar la puerta de la confitería. Quiso sentarse en junto a la ventana. Allí sonaban las gotas de lluvia, y ella no dejaba de mirarlas. Era como si contara cada gota, cada sonido de alma que se rompe contra un cristal.

¿De donde vienen las gotas de agua? ¿De donde viene la lluvia? Me costó un poco reaccionar. Estaba solo pensando en verla. Las gotas de lluvia son solo el sueño del cielo. El cielo siempre quiso tocar el suelo. Y solo a través de la lluvia lo puede hacer. ¿Por qué quiere el cielo tocar el suelo? El cielo es maravilloso. No entiendo que quiere en la tierra. Todo es gris. Todo es triste. En la tierra, Maitane, estas tu. Esta la gente maravillosa que hace felices al resto del mundo. Se volvió, tomó la taza de chocolate y bebió. Bebió y se manchó el labio de chocolate.

Reí. Siempre reía. Miró la lluvia. Rió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que si! que ya te escribo! explotador de enfermos! que yo sake bilis por la boka te da igual...
Muchas kositas bonitas escritas y luego de puto kulo me tratas!
Abuson! mala gente!


Bueno, dejando aparte a Mr. Hyde.
Que esta guay volver a leer las konversaciones, pero a ver si es cierto que es una serie inacabada y te pones la pilas.......asi, lo dejo kaer...
Y que si, que ya se que soy un cielo y todo eso, ajajajjaa.
Tengo que dejar las drogas antigripales....
Mila esker wapo